El informe fue presentado en el IIIº Congreso Chileno de Antropología. Colegio de
Antropólogos de Chile A. G, Temuco. Su contenido expresa el avance de un Estado de Derecho sobre la cuestión de la seguridad, la derogación de los Edictos Policiales con el que se controlaba a determinados sectores sociales emulando la autoridad de un Juez, y el punto de vista con el cual es mirado por la policía que vivencia este cambio. Por ello nos permitimos difundirlo en este blog:
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Algunos párrafos:
"cómo un recorte legal en el ejercicio de sus funciones es vivido por los mismos policías como una pérdida de poder. Es, entonces, en este contexto de crisis institucional, que pensamos que esta necesidad de recuperar de algún modo ese poder perdido, lleva a la policía a activar una serie de argumentaciones y prácticas con el fin lograr un nuevo consenso con aquellos sectores de la sociedad que la "ayudarían" a restablecer los medios legales de control, estableciendo una nueva relación con la "comunidad".
"Después de caminar mucho tiempo por la calle, pisando adoquines, viendo las caras de la gente, las reacciones de la gente, las formas de la gente, viendo delincuentes permanentemente, vas estableciendo lo que nosotros llamamos 'manggiamiento'. 'Manggiar significa ver, analizar una persona ... Toda esa gente que la teníamos más o menos controlada cuando la veíamos en zonas de bancos, en canchas, en espectáculos públicos, los agarrábamos, los metíamos en cana, les mandábamos treinta días de arresto no redimibles por multa. Nosotros limpiábamos la ciudad..."
"La policía, así, se transforma en un aparato de observación que extiende su mirada de control sobre la vida cotidiana de la población. La necesidad de dominar de alguna manera la actividad social con el fin manifiesto de prevenir el delito otorga a la Policía una función social que, si por un lado, la lleva a definir a determinados sectores sociales como potencialmente peligrosos sobre los que ejerce una vigilancia continua - y en esto se nutre de fuertes percepciones y prejuicios sociales-, por el otro, la obliga a demostrar cierta eficacia como medio de legitimación social...".
"La policía, así, se transforma en un aparato de observación que extiende su mirada de control sobre la vida cotidiana de la población. La necesidad de dominar de alguna manera la actividad social con el fin manifiesto de prevenir el delito otorga a la Policía una función social que, si por un lado, la lleva a definir a determinados sectores sociales como potencialmente peligrosos sobre los que ejerce una vigilancia continua - y en esto se nutre de fuertes percepciones y prejuicios sociales-, por el otro, la obliga a demostrar cierta eficacia como medio de legitimación social...".
"Se establece así una suerte de argumento basado en la premisa "si no tenemos medios eficaces, reinará el caos social", en la que el componente de alarma social sobre la cantidad de delitos y el grado de violencia se confunde con la sensación de inseguridad de la población, abriéndose la puerta para el pedido de respuestas que, a fin de resguardar la seguridad, recortan en mayor o menor grado la libertad de los ciudadanos."
"La idea de acercamiento de la sociedad a la Policía se establece así bajo el presupuesto de la colaboración del vecino con el policía a fin de ayudarlo en el mantenimiento de la seguridad. Esta relación conlleva, entonces, a la elaboración de un sistema de información dentro del barrio, producto de un intercambio entre el vecino y el agente policial. Intercambio que implica necesariamente la definición por parte de la policía de aquellos vecinos que son merecedores de su protección y de aquellos que resultan peligrosos para la convivencia social. En un reiterado esquema de clasificación binaria la policía tiende a dividir a la población en dos clases de personas: vecinos honestos y sujetos sospechosos. Pertenecer a una u otra categoría nos hace merecedores, así, de un trato diferencial por parte del funcionario policial:...".
"Roberto Kant de Lima en su análisis de la cultura policial de Río de Janeiro desarrolla este tema marcando la tensión entre la proclamada igualdad de todos ante la ley y la puesta en práctica de la ética policial en la que la ley es aplicada de modo diferencial. Resalta, entonces, la mayor importancia que en la cultura policial se le da al contexto socio cultural del hecho que al hecho en sí...".
"Si volvemos a remarcar nuestra preocupación por entender los mecanismos que se ponen en marcha para el ejercicio de poder por parte de la Policía, tanto en lo referente a la vigilancia sobre las actividades de la población -recurso de autoridad- como en el pedido de mayores medios materiales para el ejercicio de su función -recurso de asignación-, es posible entender la apelación discursiva a un momento anterior por parte de los policías como un recurso que "agentes entendidos utilizan y reproducen en el curso de una interacción" como medio a través del cual se pretende ejercer poder...".
"Las bases de la autoridad que infundía la policía aparecen muy asociadas al conocimiento que el agente tenía del vecindario, apareciendo como fuente de cuidado casi patriarcal al cual debía retribuírsele su protección mediante un trato amable y generoso...".
"...aparecen claramente dos momentos de ruptura en su relación e imagen de la policía. Por un lado, la década del '60 y, por otro, la última dictadura militar. Estos dos momentos también resultan significativos en el discurso policial...".
"Entonces, si bien muchos recuerdos hacen referencia a una vida mucho más barrial, la ruptura de la confianza en la policía está tan estrechamente vinculada a su actuación en tareas represivas, que no parecería probable una vuelta atrás -por lo menos no conflictiva- en el acercamiento de la policía a la comunidad. Es tal vez por esta distancia que aparece con mayor imprecisión ese pasado cargado del idilio del "allá lejos y hace tiempo.".
"La orden que reciben los comisarios de los diferentes barrios de participar en reuniones vecinales y la presencia de la Institución en los medios de comunicación, así como los nuevos carteles de las comisarías "al servicio de la comunidad" pueden ser parte de ese esfuerzo, aunque en su esencia no sean más que medios para legitimar su posición en la sociedad.".
"La diferencia, más bien, parece explicarse en la difusión entre los "vecinos" de una visión negativa de la policía, no sólo debido a un fuerte desprestigio institucional, sino también por haberse convertido en objeto de temor."
"...cada policía y la policía en general señalan quién y qué va contra el orden. De modo que además de participar del marco general de selección fijado por la ley, la policía agrega una pauta concreta de selección, de control, de criminalización".
"...esta relación de confianza que en el pasado mantenía con sectores de la sociedad, no sólo canalizaba las expectativas de respeto y prestigio de los agentes, sino que, sobre todo, les permitía controlar y vigilar a los otros sectores identificados como "sospechosos". En este sentido, la figura del 'vigilante de la esquina' es inherentemente dual, ya que, a la vez que debe mostrarse respetuoso y servir a la comunidad, siendo recordado, en este sentido, por ayudar a cruzar la calle a las señoras mayores... y orientarnos cuando nos perdíamos, como encargado de mantener la seguridad del barrio, debe identificar aquellas personas que podrían alterarla mediante un vasto proceso de selección y discriminación, cuyos efectos continúan, a pesar de la falta de confianza y desprestigio (institucional), manifestándose hoy en una serie de prácticas y normas, a través de cuyo ejercicio rutinario se reproducen fuertes prejuicios sociales.".
"El argumento de que sin los Edictos la policía no cuenta con los medios de poder necesarios para mantener la seguridad de la población se muestra falaz, ya que, si tenemos en cuenta las verdaderas funciones que cumplían los Edictos, resulta claro que nada tenían que ver con la seguridad de la población, por lo que su derogación en sí misma no encierra, ni un eminente estado de inseguridad, ni un cambio sustantivo con respecto al momento de su vigencia. Muy por el contrario, las funciones burocráticas de los EP -consistentes en numerosas detenciones- permitían más que nada demostrar un nivel de actividad policial permanente, así como también mantener redes de control sobre la actividad de determinados grupos sociales, que según el criterio policial, atentaba la moral y la tranquilidad públicas, dos cuestiones, sin duda, muy diferentes a la seguridad."
"La importancia dada a los EP, por un lado, y la evocación del "vigilante de la esquina", por otro, ponen de manifiesto la capacidad de la policía de ejercer un tipo de control que, de manera mucho más sutil y difusa, extiende su mirada sobre la vida cotidiana de la población. La observación y vigilancia continuas que ejercía el agente en el barrio, junto a su capacidad de detener personas sin ningún tipo de control externo, exaltaban, de algún modo, el poder de cada uno de los policías en su radio de acción. Lo que resulta interesante rescatar es que el ejercicio de este control -por otra parte, inherente y constitutivo de la función de la policía- que en épocas anteriores era tolerado e incluso sustentado por amplios sectores de la población, en la actualidad, comienza a ser cuestionado. Si bien aún hoy es posible escuchar apoyo social a la labor y al discurso de la policía, en muchos casos, aquellos que solían aplaudir la eficacia de la policía "a cualquier precio", hoy parecen exigir, tanto una mayor eficiencia, como respeto y garantías en la acción policial.".