Aún nos rigen reglamentos de 1972, nacidos en dictadura. Reglamentos que no fueron hechos para proteger, sino para silenciar. Hoy, las Policías ya no adoctrinan. Somos garantes de derechos. Y sin embargo, seguimos atados a normas que no reconocen nuestra humanidad ni nuestra función actual.
Yo levanto la voz por aquellos que no pueden hacerlo. Porque el silencio forzado también es una forma de violencia institucional. El policía es un ciudadano. Un trabajador. Y como tal, tiene derecho a expresarse, a ser protegido y a tener representación real. No se trata solo de leyes. Se trata de dignidad. Y la dignidad, para mí, ya no se negocia.
Alquimia del Ser
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